Tienes lo que negocias, no lo que te mereces

Es una de las grandes verdades de la vida y me enteré pasados los 30. Hubiese sido mejor enterarme a los 10 años y así no habría pensado durante mi adolescencia y parte de la juventud que, portándome bien, sacando buenas notas y siendo una «niña buena» las cosas «iban a salir bien», simplemente «porque te lo mereces». ¡Qué va!

Desde luego, estoy encantada en cómo ha sido mi vida. Soy feliz y tengo todo lo que me importa. Pero, ahora al menos, soy plenamente consciente de que eso no me ha llegado otorgado por una mano divina (o humana) que decide quién va a tener una buena vida, y quién va a pasar las de Caín. [bctt tweet=»Lo que conseguimos depende de nuestro entorno, de cómo somos y de cómo actuamos nosotros.»] Es decir, tenemos un papel activo en esta película vital. Tú decides si lo utilizas o no.

Eso es una gran noticia. ¿Verdad? A mí me lo pareció cuando me enteré. Realmente me gustó.  Saber que puedo decidir me dio la libertad de quitarme de encima la enorme, difícil, frustrante y eterna tarea de intentar contentar continuamente a otras personas (padres, profesores, jefes, etc.) para conseguir lo que yo quería. Desde ese momento, lo que hice fue decidir, y expresar abiertamente qué es lo que quería y qué no. Y trabajar para conseguirlo en función de qué era lo pasaba a mi alrededor.

Un ejemplo. Mientras trabajaba como freelance para una consultora, sentía que mi retribución debía ser más alta. Creía que la empresa debía «darse cuenta» de que me tenía que pagar mejor. Como te imaginarás, eso no pasaba. Yo seguía currando mogollón y cobraba lo mismo. Pero….cuando me dí cuenta de que la gente no se preocupa de valorar lo que los demás «se merecen» para ir haciendo justicia por el mundo, pues lo que hice fue pedir un aumento en mi paga. Directamente, de la manera más asertiva que pude, fui al despacho de la directora de la consultora y renegocié mis condiciones. Surgió efecto. Conseguí lo que quería. Desde ese momento, mi modo de actuar se basa en esa simple norma: Si quieres algo, no esperes a que te lo den. Vete a por ello.

[bctt tweet=»Si quieres algo, no esperes a que te lo den. Vete a por ello.»]

Otro caso muy útil es cuando tienes a tu alrededor personas que, al menos para tí, son tóxicas. Que no te aportan, que están ahí como puestas por el Ayuntamiento, pero que ya ni recuerdas el motivo por el que están a tu lado. Sin querer, estás esperando a que esas personas se den cuenta de que «te mereces algo más» o que «no te mereces que te traten de esa manera». De nuevo, parece que ellas no se enteran de tus necesidades. Normal, son personas y están preocupadas de sí mismas, no de tí. Si hay algo verdadero en la condición humana, es el hecho de que cada uno vive inmerso en su mundo y se preocupa sólo a ratitos por los demás. En este caso, la libertad la tienes en la decisión de permanecer o no a su lado, o renegociar las condiciones de vuestra relación. No digo que sea fácil en muchos casos, pero ahí está.

La clave en aferrarte a tu libertad, a tu capacidad de decidir para conseguir lo que quieres, se llama Asertividad. Este palabrejo también lo conocí cuando tenía unos cuantos años (décadas), aunque ahora mis niños, que aún van a Primaria, ya la conocen. Supongo que antes eran otros tiempos, y que en la Asturias rural no se estilaba eso de ser asertivo.

La asertividad es la capacidad de exponer y defender tus propias ideas e intereses, pero respetando a los demás. Cuando decides incorporar ese comportamiento a tu repertorio, te das cuenta de lo difícil que es ponerlo en práctica. Las personas muy controladoras suelen reaccionar con ira frente a alguien asertivo. Interpretan que se les está desafiando y responden con agresividad. Las personas muy tímidas también, paradójicamente, interpretan como agresiva una conducta asertiva. Otros perfiles, sin embargo, ven más la parte conciliadora de la asertividad y son capaces de remangarse y negociar. Ahí están las posibilidades de desarrollo, crecimiento, expansión y diversión mientras conseguís juntos vuestros objetivos.

Las relaciones sociales son parte íntima de la esencia humana. No seríamos lo que somos, como especie, sin esa necesidad imperiosa de relacionarnos con nuestros semejantes. Cada uno de nosotros se enfrenta a la paradoja de mostrarse a sí mismo y a los demás como un ser único y especial, a la vez que tiene que encajar y ser parte de una comunidad. Hay que conseguir los objetivos individuales, pero también contribuyendo al bien común para que reine la paz necesaria para poder centrarse en uno mismo. Parece una continua contradicción, pero así es como somos.

Creo que la asertividad nos permite mantener ese equilibrio tan difícil, pudiendo defender nuestros intereses y nuestros objetivos, pero nunca a costa de machacar a la persona que tenemos delante. La prioridad es mantener el orden social, pero dejando espacio para nuestra individualidad.

Por eso la asertividad es tan útil para negociar, en tu vida, en tu empresa.

[bctt tweet=»Recuerda, tienes lo que negocias, no lo que te mereces. #Asertividad»]

About the Author María Gutiérrez

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