Este post, el primero de muchos que voy a escribir, va dedicado al marketing político. El disparador de este post fue una noticia política publicada ayer. El partido protagonista es UPYD. Mira que ya es poco protagonista de nada, pero en este caso puedo decir que fue el motivo de mis desvelos.

«UPYD no es un partido de moda pasajera y no hacemos marketing político» dice Águeda Arranz, nuevo componente de el CD del partido, en un medio de comunicación. En la entrevista repite la idea en varias ocasiones, supongo que consecuencia de la profunda animadversión que le produce el concepto. Habla de varias cosas más pero lo que deja claro, clarísimo, es que en UPYD no se hace marketing político.

Nube de palabras marketing político
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No voy a negar que mi primer pensamiento fue que, vista la situación actual del partido y su previsible futuro, es obvio que no lo han hecho durante mucho tiempo, pero me gustaría aventurar cuáles han sido los motivos para tan profundo rechazo.

Antes de nada dejadme decir que pertenecí a UPYD durante cinco años, pero que mi reflexión nada tiene que ver con mi experiencia personal y sí con mi visión del concepto de marketing político. Por lo tanto aplico esta misma reflexión a cualquier organización política, sea del signo que sea.

Para el que necesite saber en qué se diferencia el marketing político del marketing de toda la vida, la respuesta es la obvia: se trata de aplicar las estrategias de marketing para «vender» una ideología, un programa o un candidato. Así lo dice Javier Barranco, autor del libro «Marketing político» al que conozco y respeto.  Es decir, se trata de vender expectativas, logros futuros en materia política.

Seguro que la palabra «vender» es lo que rechinaba a Águeda Arranz, pienso que igual que a muchos de la actual directiva de UPYD. Supongo que entienden que vender significa manipular la mente del elector de una manera inconsciente y malévola con el objetivo inmoral de condicionar el sentido del voto.

Desde luego, mi opinión es claramente opuesta y parte de la premisa de que para vender lo que hay que hacer es comunicar, informar, transmitir las bondades de tu producto, perdón, proyecto político. Para vender necesitas conocer bien a tu público, escucharle, saber lo que quiere, lo que necesita, aunque no te lo diga expresamente. Hay que leer entre líneas para separar lo que las personas decimos de lo que hacemos porque, ya sabes, «tus hechos hablan tan alto que no me dejan oir lo que dices».

El marketing se ocupa de eso, de conocer a las personas, de separar el grano de la paja para extraer la información importante que nos ayuda a saber qué es lo que necesita de verdad la persona (o votante) que tenemos delante. Cuando sabemos eso, traducimos nuestro proyecto (producto) a un lenguaje que nuestro interlocutor pueda y quiera entender. La comunicación es clave, y para ello tienes que ponerte en la piel del otro, escuchar, asimilar, elaborar y comunicar. Después de un largo y empático proceso, crees que ya sabes cómo curar los dolores de los otros, cómo hacerte entender para decirle que sabes solucionarlos, y es a partir de ese momento cuando ya te queda realmente trabajar para cumplir con las expectativas.

Queda claro que el marketing político forma parte, está entremezclado, es íntimo, al proyecto político, a la organización de un partido, y a la puesta en marcha real de las propuestas que, en un inicio, sólo eran la idea de unos cuantos.

Mi consejo no solicitado, para los responsables de UPYD, es que abracen el marketing político antes de que sea demasiado tarde para ellos. Que dejen caer la venda de prejuicios que les enturbia la visión de ese concepto y que intenten abrazarlo. Mejor tarde que nunca.

 

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